En noviembre de 1979 recuerdo haber escuchado por la radio una alocusión del insigne periodista cubano José Ignacio Rivero dándole la bienvenida en los EEUU al comandante Hubert Matos que acababa de cumplir una larga pena de prisión en las cárceles del castrismo. De lo que constituía el cuerpo de su declaración no recuerdo detalles; pero la expresión que cerraba el discurso la recuerdo perfectamente: ¡Comandante Hubert Matos¡ ¡Este batistiano te da la bienvenida¡
El detalle de Rivero me sentó muy bien. Era, a mi juicio, perfectamente lógico y en sentido general razonable -como diríamos hoy: políticamente correcto- y lo he traído a colación ante lo que acaba de suceder con la imprevisible visita a Miami de ese producto sui géneris de los campos de concentración cubanos (de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción) que responde al nombre de Pablo Milanés, destacado ejemplo de un síndrome de Estocolmo asumido a cabalidad.
Para asombro de muchos, no han faltado plumas galanas que, después de atribuirle la condición de comunista-reformista, le han recibido con hospitalidad omitiendo que esto es parte del monumental manejo que desde hace ya muchos años se ha traído el castrismo -probablemente de la mano de un señor, Ricardo Alarcón, eminencia gris del régimen para el tratamiento de sus relaciones con los EEUU, algo avejentado y probablemente algo chocho a estas alturas, pero tan perverso como siempre- La consigna es simple y evidente. Después del Buenavista Social Club, del vira y bota de los Van Van y del apaciguamiento voluntario de un exilio de última hora más preocupado en relumbrar que en resolver el gran problema que afrontamos los cubanos, el de sacudirnos de encima un régimen obsoleto que, en estos momentos, tiene encarceladas a las Damas de Blanco y reduce, con la coacción y la cohersión el espacio vital de todos aquellos disidentes ¡de verdad¡ que le plantan cara in situ arriesgándolo todo.
El flautista de Hamelin poseía la rara habilidad de atraer tras de sí con sus maravillosas interpretaciones musicales a las ratas y los ratones que infestaban las ciudades a las que concurría. Tengo la opinión de que algo parecido está sucediendo en Miami.