El siglo XIX cubano fue un siglo de conspiraciones y levantamientos contra el poder colonial español. El siglo XX un siglo de traiciones a los ideales del independentismo y a los hombres que por esa causa lucharon y murieron. Fue este un siglo que hay que adjudicar por completo a los que, desde el poder, se empeñaron hasta conseguirlo borrar todo vestigio de nacionalismo verdadero, en principio, los generales José Miguel Gómez y Mario García Menocal, que abrieron las puertas a la inmigracion extranjera para blanquear la Isla y como colofón los hermanos dictadores Fidel y Raúl Castro Ruz promotores conscientes de la única emigración masiva que se cuenta en nuestra historia.
La tragedia de Cuba es única y da la nota incluso en un ámbito como el del continente americano, metido en la modernidad a partir de monumentales movimientos migratorios e indescriptibles tragedias poblacionales y el siglo XXI cubano ha comenzado con un regreso al colonialismo en la mentalidad colectiva y una disgregación nacional que se observa en un número infinito de “doblenacionalidades”.
¿Cómo entonces es que se puede corregir la actual situación?
Sacar a los Castro del poder y borrar todo vestigio de ese régimen se constituye una necesidad de primer orden para la nación cubana. No voy a decir que el fin justifica los medios, pero tampoco es evitando el enfrentamiento frontal que se arreglaran las cosas para los cubanos. El régimen es fuerte porque está bien armado frente a una población indefensa; pero se sabe indefenso ante el devenir histórico y ya se salta las reglas que impone la acción disimulada e hipócrita dirigida a la galería exterior y lucra y se corrompe ante la vista de todos. Están desmoralizados y conscientes de que se les viene encima el final y se aplican a sacar las mejores tajadas de lo poco que aún queda del erario público.
En estas circunstancias, es al pueblo de Cuba a quien corresponde corregir la situación. Ahora veremos si hay cubanos en la Isla y fuera de ella y si están dispuestos a morir por la libertad o si prefieren continuar viviendo en el oprobio sumidos.
lunes, 28 de enero de 2013
jueves, 3 de enero de 2013
A Hugo Chávez, en la eternidad
Lo mismo que el castrismo en Cuba, el éxito inicial del chavismo en Venezuela puede explicarse por los angustiosos antecedentes que exhibe la historia política de aquella nación. Lo mismo que en Cuba, gobiernos señalados por la incompetencia, la corrupción administrativa, el terrorismo de Estado y la desvergüenza absoluta se sucedieron uno tras otro sin demostrar alguno la menor preocupación por el desarrollo tecnómico y el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores más humildes de la población. Lo mismo que en Cuba, las esperanzas de millones de personas hicieron un punto concéntrico en la figura de un caudillo que parece repetirse a sí mismo en un contexto esta vez más distendido en el ámbito de las relaciones políticas internacionales.
Hugo Chávez asumió con plena conciencia de causa semejante desempeño y, digan lo que digan sus detractores no pueden quedar dudas de que ha sido -ha vuelto a suceder- una nueva oporunidad malgastada. Probable consecuencia de una formación cultural desordenada e incompleta y de una forma de razonar ajustada a los moldes cuartelarios de una juventud de soldado, su proyección pública se quedó desde un principio atrapada en la atención de un semicírculo de adeptos vinculada a la izquierda más controvertida del continente americano y a una clientela de descamisados sin ideología que encontraron en el nuevo régimen un espacio que, ni en sueños, pensaron alguna vez recorrer.
Pero el desastre no podia tardar, como es habitual sucede cuando las actividades económicas de una nación quedan subordinadas a la acción política de un partido que gobierna con la más absoluta de las mayorías. La crisis, si no existe, se la inventan y, habiéndose producido tanto desorden y despilfarros en ayudas a los hermanos del espacio exterior -relegados a segundo plano los intereses nacionales que un buen día se defendieron- no debe extrañar a nadie que se produzcan escaseces y se desborde por omisión la delincuencia.
Pero Hugo Chávez se muere. Acaba de designar sucesor, la patata caliente queda en manos de los que han sido en todo momento sus incondicionales y la inteligencia cubana teje y reteje su monumental entramado venezolano, entregada a la tarea de mantener vivo al chavismo después de la muerte de su principal dirigente en una guerra en dos frentes contra el devenir histórico, cuando el mismísimo régimen que la ha promocinado está amenazado de muerte a partir de una transformaión total. Salvar al chavismo para que sobreviva el castrismo es la actual consigna. ¡Nunca en la historia se le pidió tanto a tan pocos!
Hugo Chávez se va convencido de haberlo dejado todo atado y bien atado. Los cubanos luchan por dejarlo todo bien atado antes de que se vaya.
Hugo Chávez asumió con plena conciencia de causa semejante desempeño y, digan lo que digan sus detractores no pueden quedar dudas de que ha sido -ha vuelto a suceder- una nueva oporunidad malgastada. Probable consecuencia de una formación cultural desordenada e incompleta y de una forma de razonar ajustada a los moldes cuartelarios de una juventud de soldado, su proyección pública se quedó desde un principio atrapada en la atención de un semicírculo de adeptos vinculada a la izquierda más controvertida del continente americano y a una clientela de descamisados sin ideología que encontraron en el nuevo régimen un espacio que, ni en sueños, pensaron alguna vez recorrer.
Pero el desastre no podia tardar, como es habitual sucede cuando las actividades económicas de una nación quedan subordinadas a la acción política de un partido que gobierna con la más absoluta de las mayorías. La crisis, si no existe, se la inventan y, habiéndose producido tanto desorden y despilfarros en ayudas a los hermanos del espacio exterior -relegados a segundo plano los intereses nacionales que un buen día se defendieron- no debe extrañar a nadie que se produzcan escaseces y se desborde por omisión la delincuencia.
Pero Hugo Chávez se muere. Acaba de designar sucesor, la patata caliente queda en manos de los que han sido en todo momento sus incondicionales y la inteligencia cubana teje y reteje su monumental entramado venezolano, entregada a la tarea de mantener vivo al chavismo después de la muerte de su principal dirigente en una guerra en dos frentes contra el devenir histórico, cuando el mismísimo régimen que la ha promocinado está amenazado de muerte a partir de una transformaión total. Salvar al chavismo para que sobreviva el castrismo es la actual consigna. ¡Nunca en la historia se le pidió tanto a tan pocos!
Hugo Chávez se va convencido de haberlo dejado todo atado y bien atado. Los cubanos luchan por dejarlo todo bien atado antes de que se vaya.
¡ AQUI EL QUE MANDA ES BULÉ !
Con y sin comunismo; capitalismo
si desean así llamarlo; engendro diabólico si les parece mejor, los
Castro mantienen a la nación cubana sometida a la santísima paz de
la detención de disidentes, palo y piedra al que se atreva a
públicamente manifestarse en contra del gobierno y oportunidades
para viajar al extranjero para todos aquellos ciudadanos de la
¿República? que se porten bien y cumplan con sus deberes.
De un día para otro, las cosas
han cambiado mucho en Cuba. Han reaparecido la propiedad privada,
el empresariado autónomo, algún que otro pequeño propietario
agrícola y, consecuentemente, una fiscalización en toda regla de
todo lo anteriormente mencionado. La gente puede viajar, según se
dice, pero continúan siendo ellos -los Castro- los que deciden
quienes. Y todos pueden soñar con el hogar de sus sueños.
Como es lógico suponer, las
cabezas pensantes de la Vieja Europa -no tan vieja como China, la
India y Persia, pero mucho más presumida- ocupadas como siempre en
esquilmar hasta el último penique a sus súbditos y reducir a la
obediciencia a los extranjeros que osan pisar su venerable suelo, han
aplaudido las medidas adoptadas por el castrismo, considerándolas
pasos de avance hacia no se sabe dónde -me pregunto estupefacto-.
Y los Castro, que son sabios como lo es el Diablo, amplían sus
reformas copiando lo peor que en materia de leyes y normas legales
rigen o se legislan por aquellos lares. (Así le han venido encima
a los extranjeros y cubanos con doble nacionalidad que residen en la
Isla).
¿Qué es lo que queda del
comunismo en Cuba? Aquel fabuloso proyecto político tan defendido
por los socialdemocratas europeos: ¿Dónde está? ¿Adónde fue?
Para dar respuesta a esa pregunta
y justificar lo injustificable, los Castro continúan cavando
refugios antiatómicos, construyendo hospitales subterráneos y
enterrando centenares de miles de fusiles y parte del cementerio de
armas de la última Guerra Mundial con el que la extinta Unión
Soviética se empeñó en garantizar la supervivencia del régimen.
Se trata de un proyecto faraónico que ha absorbido durante décadas
los esfuerzos de miles de trabajadores de la construcción y todo el
material: cemento, arena, acero y madera disponibles, sin
preocupándose los Castro por todo cuanto concernía a
infraestructuras y programas de construcción de viviendas sociales
en la magnitud que lo requería el crecimiento poblacional. El mismo
enfoque con el que se tratró el abastecimiento de alimentos a la
población y de artículos de primera necesidad. ¡Esto es lo que
queda de comunismo en Cuba! Y, ¡claro está!, los Castro, esa
familia de superdotados que nos regaló la madre naturaleza a los
cubanos para que aprendiéramos, en una sola lección de la historia,
todo aquello que las más antiguas naciones del planeta han
necesitado aprender con muchas y con muchos siglos e incluso milenios
de convivencia social.
Nuestros avances, ¡sin lugar a
dudas!, han sido notables.
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