Estamos de carnavales y, los Hermanos Castro,
organizan su comparsa como cada año. Para protegerles un costado ya
actúan con libertad en Bruselas, defendiendo su indefendible causa,
los consabidos miembros en activo de "la clase política más
desprestigiada de Europa (cito: doña Rosa Diez), y para protegerlos
por el otro no hay que decir que allí están los del ALBA y la
obscuridad.
Con los flancos de esta manera protegidos, los
hermanos: el que habla y el que escucha lo que se dijo cuando puede
esto hacer, siguen sacando pecho, gritando insultos etílicos y
robando a los artistas circenses el papel de traga-fuegos.
Esta es la patética visión que van a dejar detrás
de si los Castro, devorados por el tiempo y el desarrollo de la
historia, encaprichados en sobrevivir a cualquier precio en prejuicio
de todos, sin la menor dignidad ante la muerte, cobardes en su
cobardía enfermiza y diabólica.
Pero como he dicho, la comparsa está preparada y
cada cual ocupa su posición correctamente. Los primeros los de
Bruselas que no son más que los mismos de siempre. Y los segundos,
que ya están muy tocados, ensayando el canto del cisne de una
revolución que comenzó cubana para terminar bolivariana.
-¡Un, dos y tres, que paso más chévere! ¡Uno dos
y tres, el de mi conga es!