Lo mismo que el castrismo en Cuba, el éxito inicial del chavismo en Venezuela puede explicarse por los angustiosos antecedentes que exhibe la historia política de aquella nación. Lo mismo que en Cuba, gobiernos señalados por la incompetencia, la corrupción administrativa, el terrorismo de Estado y la desvergüenza absoluta se sucedieron uno tras otro sin demostrar alguno la menor preocupación por el desarrollo tecnómico y el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores más humildes de la población. Lo mismo que en Cuba, las esperanzas de millones de personas hicieron un punto concéntrico en la figura de un caudillo que parece repetirse a sí mismo en un contexto esta vez más distendido en el ámbito de las relaciones políticas internacionales.
Hugo Chávez asumió con plena conciencia de causa semejante desempeño y, digan lo que digan sus detractores no pueden quedar dudas de que ha sido -ha vuelto a suceder- una nueva oporunidad malgastada. Probable consecuencia de una formación cultural desordenada e incompleta y de una forma de razonar ajustada a los moldes cuartelarios de una juventud de soldado, su proyección pública se quedó desde un principio atrapada en la atención de un semicírculo de adeptos vinculada a la izquierda más controvertida del continente americano y a una clientela de descamisados sin ideología que encontraron en el nuevo régimen un espacio que, ni en sueños, pensaron alguna vez recorrer.
Pero el desastre no podia tardar, como es habitual sucede cuando las actividades económicas de una nación quedan subordinadas a la acción política de un partido que gobierna con la más absoluta de las mayorías. La crisis, si no existe, se la inventan y, habiéndose producido tanto desorden y despilfarros en ayudas a los hermanos del espacio exterior -relegados a segundo plano los intereses nacionales que un buen día se defendieron- no debe extrañar a nadie que se produzcan escaseces y se desborde por omisión la delincuencia.
Pero Hugo Chávez se muere. Acaba de designar sucesor, la patata caliente queda en manos de los que han sido en todo momento sus incondicionales y la inteligencia cubana teje y reteje su monumental entramado venezolano, entregada a la tarea de mantener vivo al chavismo después de la muerte de su principal dirigente en una guerra en dos frentes contra el devenir histórico, cuando el mismísimo régimen que la ha promocinado está amenazado de muerte a partir de una transformaión total. Salvar al chavismo para que sobreviva el castrismo es la actual consigna. ¡Nunca en la historia se le pidió tanto a tan pocos!
Hugo Chávez se va convencido de haberlo dejado todo atado y bien atado. Los cubanos luchan por dejarlo todo bien atado antes de que se vaya.
jueves, 3 de enero de 2013
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