CUBA. El
castrismo ha agotado su espacio ideológico. Ahora lo reemplaza en
Venezuela cautivando a una nueva masa de ingenuos y aprovechando la
coyuntura favorable para cebarse expoliando al país vecino. Los
venezolanos asisten a este despropósito de intercambio comercial a
partir de una ideología supuestamente compartida que genera a su vez
un enfoque común en materia de política internacional. Sobre
estos presupuestos se elige a los amigos y se elimina cuando no se
increpa a los supuestos enemigos. Y así están las cosas y así de
bien es que vive la gente. Porque lo que de verdad importa es que
se mantengan así las cosas y la clase dirigente continúe viviendo
como está viviendo.
Al día de
hoy venirle con el cuento del materialismo dialéctico a un cubano es
mentarle la madre. Ni los hijos de los dirigentes políticos más
altos o más bajos le "pasan el bate" a semejante bola;
porque, hoy por hoy, lo del gobierno es "al descaro", en
contra de la voluntad de todo el pueblo y sólo sostenido por la
fuerza de las armas y de la represión instantánea a cualquier
manifestación pública de descontento. Eso es lo único que queda
de la tan apologetizada revolución cubana -así con minúsculas-
desnuda de sus adornos exteriores: coacción y coerción, desastre
económico, hambre, miseria y una fijación política que niega y
sólo acepta reconocerlo si antes se culpa como es debido a este
Imperialismo Yanqui que bloquea, embarga y sólo nos vende si
pagamos cash.
Para
castigarlos por sus fechorías -a los yanquis, se entiende- hemos
decidido enviarles cien mil cubanitos cada año que, como es lógico,
dejarán detrás un múltiplo de personas en la Isla esperanzadas
con las remesas que recibirán muy pronto. Mientras que a ellas
tocará el muy poco romántico regreso a los tiempos de las
plantaciones, ¡no como esclavos!, claro; pero sí como obreros del
siglo XIX sometidos a jornadas de trabajo sin límites y salarios
ínfimos que se cobran -no con sal- sino con "chavitos"
-bonos- así como se hacía en las fincas de Angel Castro Argiz antes
de que su esperma echara al mundo a estos dos críos que hicieron una
finca de todo el país y reprodujeron los métodos administrativos
del progenitor. Porque los bonos, los chavitos, los pesos
convertibles o como quiera llamárseles -que es lo mismo- sólo
tienen valor en la tienda del dueño, una historia que parte del
token azucarero que diría don Manuel Moreno Fraginals.
En
resumen, que no hay nada nuevo bajo el sol, que la marcha atrás en
el espacio y en el tiempo es firme y definitiva. Otros sesenta años
y habrán recuperado los cubanos su identidad primigenia, vestirán
taparrabos y se alimentarán con casabe y jutías asadas -si es que
para entonces se conserva algo de la fauna endémica-. Pero
siempre les quedará la esperanza -oteando al mar y escudriñando
cada atardecer el horizonte- de que regrese, Kukulcán o
Quetzalcoalth o Viracocha -que eran, sin dudas, el mismo- cuyas
naves no confundirían esta vez con galeones españoles.
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