Recientemente, el periódico español EL PAIS, dedicó buena parte de un suplemento semanal a reseñar las tropelías de las que eran víctimas los empresarios españoles que se aventuraban a invertir sus capitales en la Guinea Ecuatorial gobernada por ese muchachón, Teddy Obiang, de la mano de familiares y personeros del régimen próximos al dictador. Lo que atrajo mi atención en este caso no es solamente la hipocresía con la que se trata el tema, sino la monumental falta de ética que adorna a la clase empresarial de algunos países que se presentan ante el mundo como muy civilizados, defensores de los derechos humanos y ta, ta, ta; tá-tá-tá....
El señor Teodoro Obiang está reconocido internacionalmente con un dictador abyecto que oprime hasta lo insoportable a su pueblo mientras se beneficia de la sustanciosa tajada que propicia la industria del petróleo en su pequeño país; emolumentos con los cuales la Guinea Ecuatorial está, en estos momentos, capacitada para iniciar un despegue económico sin precedentes en su historia. Pero incapaces de substraerse a esta realidad social, algunos empresarios españoles se han lanzado al vacío en este juego de la ruleta con el que habían ya conseguido muchos éxitos en Cuba, donde gobierna Musito, otro dictador tan abyecto y despreciable como Teddy, que hace lo mismo que Teddy con su pueblo; pero que no aprieta tanto a los inversores extranjeros, aunque suele atemorizarlos con cierta frecuencia.
Lo que muchos no comprenden, o no quieren reconocer en muchos países, en atención a posicionamientos doctrinales o compromisos en el juego sucio de las inteligencias y los favores recíprocos, es que, Musito y Teddy, los dos a una, encarnan al mismo personaje protagónico en un drama en el cual la vileza y la inmoralidad marchan por delante de cualquier valor, honorabilidad y orgullo. Son regímenes levantados sobre el barro , sostenidos sobre la iniquidad, insoportables para sus víctimas, despreciables para cualquier persona decente que viva en cualquier lugar de este planeta.
Lamentar las vejaciones de una dictadura con la cual se pretende hacer negocios omitiendo la cruda realidad que se desprende del sufrimiento de un pueblo tiranizado, no es sólo una inmoralidad es, además, una desvergüenza.
jueves, 11 de abril de 2013
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