miércoles, 15 de mayo de 2013
LOS MISMOS DE SIEMPRE, COMO SIEMPRE HA SIDO
La historia la escriben los vencedores; pero la narrativa queda para los vencidos que son en realidad quienes redactan, en prosa y verso, la verdadera. José María Arguedas tradujo y dio a conocer la :”Visión de los Vencidos” en el Tahuantinsuyo domeñado; mucho antes José Zorrilla de San Martín nos dejó su epopeya charrúa: “Tabaré” y entrambos una mujer cubana: Gertrudis Gómez de Avellaneda un, poema dramático, “Sab”, con la figura de un esclavo africano como protagonista.
Pero si los colonialistas nos impusieron su versión de la historia, debemos reconocer también que, después de esa bien cantada independencia de la que tanto nos enorgullecemos en la América Española (que es española y no latina aunque nadie quiera así reconocerlo, tanto como es inglesa la América del Norte, excluyendo, ¡claro está!, a los Estados Unidos Mejicanos), otro tipo de institución, plantada en nuestras sociedades con profundas raíces nos han impuesto sus versiones muy particulares. Me refiero en concreto a eso que llamamos oligarquía y reconocemos como un cáncer social que muy bien podía ser benigno, pero que no lo es ni lo será jamás por cuenta de ese complejo de inferioridad que les posee, sin excepción a todos sus miembros, colocándoles mentalmente por encima de los demás entre sus paisanos mientras, a la par, se desviven por mostrar el trasero a los señores de Europa cuando no a los gringos.
El hijo de un oligarca tiene, necesariamente, que ser educado en una escuela extranjera, de postín, para que después pueda restregarle el título en las narices al opositor del patio que se le enfrente desnudo, apenas armado con los conocimientos que ha podido adquirir, aquí y allá, dando tumbos por el mundillo en extremo reducido de su propia nación. El oligarca prepara a su prole de la mejor manera y le garantiza una plataforma de lanzamiento para que inicie su trayecto profesional. Cuenta para todo eso con el poder que detenta y que, enfermo de soberbia, considera el único valor del universo. Cuenta para la divulgación de estas mentiras con los “amanuenses de las letras fiscales” -que decía Ezequiel Martínez Estrada-. Son los encargados de redactar la historia, su historia, o la del país en cuestión con el tal oligarca como protagonista.
La pregunta clave, sin embargo, es la de: ¿Cuántos tipos de oligarquía conviven, hoy en día, en nuestro continente? Algún iluso pensará que el tal término sólo puede ser aplicado a las sociedades burguesas. Algún tonto de capirote, de esos que todavía a estas alturas suspiran por la sociedad comunista -que la gran mayoría entre ellos ni siquiera vivieron- dirán que es inapropiado aplicar la definición a la sociedad cubana regida por los hermanos Castro desde hace seis décadas o al régimen chavista de Venezuela o a las repúblicas gobernadas por partidos de izquierda y gobernantes “progresistas” que entre muchas otras cosas hacen progresar los dígitos de sus cuentas en Suiza bajo estricto secreto bancario.
Lo cierto es que hoy las oligarquías son muchas y de muy diversa naturaleza, prohijadas todas por el colonialismo están diferenciadas en su aspecto exterior; pero son absolutamente idénticas en su naturaleza y modus operandi: Imponen el despotismo y se forran. Pero el término es válido para todas: la castrista no evidencia diferencia alguna con la de Guinea Ecuatorial, por ejemplo. La que emerge a la sombra del chavismo y se propone desplazar a la oligarquía clásica venezolana, en ningún caso se comporta de forma diferente.
A don Ramón del Valle Inclán debemos los españoles de América el primer retrato fidedigno de un déspota en nuestro contexto. Pero lo que quizás escapó al ojo avizor de don Ramón lo fue el hecho cierto de que los que hoy nos gobiernan, en su inmensa mayoría, no son en nada diferentes de aquellos encomenderos a los que un buen día hizo desaparecer del mapa la Reina Católica.
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