Aunque las noticias acerca de una nueva
depuración en las altas esferas del gobierno no aportan ninguna
solución a los cotidianos problemas de la gente común y la epidemia
de cólera continúa progresando de Oriente a Occidente como en los
mejores tiempos de la Cuba clásica. el castrismo insiste, una y otra
ez, en sus viejas fórmulas de control periódico con el consabido
objetivo de reafirmar la autoridad de la“familia” dejando bien
claro que, sobre ellos, nadie en esa Isla y el complejo de sus cayos
e isletas adyacentes está dotado de suficiente poder como para
transgredir los límites del poder supremo que sólo a ellos, los
Castro, corresponde por derecho de conquista, a la manera que se dice
en las antiguas novelas medievales y porque así han sido y son las
cosas cuando un caballero conquista una ínsula por muy barato que le
haya sido dado el gobierno. ( Era costumbre por aquellos tiempos regalar
ínsulas a los escuderos, pero no ahora, que se estila reservarlas
para los más jóvenes de la familia).
Sancho Panza, que fue un hombre muy
sabio, despreció en su momento la gobernación de Barataria, pero
hoy todos sabemos que lo hizo porque le adornaban virtudes que no se
corresponden con los tiempos actuales, cuando se impone el
liberalismo y, hasta los que hacen prédicas de comunismo se
transforman en vulgares hombres de negocios. Es así como han
e(in)volucionado los Castro, amos, dueños y señores de la ínsula
de Cuba, enclavada en el Mar Caribe y preñada de alcantarillas
podridas, regadas las calles de sus ciudades por aguas albañales,
contaminados sus acueductos .infectados y malolientes sus mercados y
mataderos, derruidas las viviendas de la población que subsiste de
puro milagro y gracias a la benevolencia de ese querido y tan odiado
imperialismo yanqui sin el cual nunca hubiéramos podido elaborar
nuestra ejemplar doctrina, tal como los monoteístas requieren y
necesitan la existencia de un Satanás contra el cual luchar.
El papel, dicen, aguanta lo que le
ponen; pero parece ser que, el pueblo cubano,también, porque se
trata nada más y nada menos de medio siglo el tiempo que llevan
estos isleños rumiando la cantaleta reiterativa y obtusa con la que
justifican sus desmanes los que han dilapidado todas las riquezas del
país en aventuras militares, monumentales entramados de espionaje y
ayudas a todos aquellos regímenes, buenos o malos, que se prestaran
a actuar como coristas en el grandioso espectáculo que se vendió al
mundo como Revolución Cubana, mientras la población del país
asistía, con el paso del tiempo, a la pérdida de todos los
beneficios que en un principio recibió de un programa de gobierno
aparentemente humanista que se desarrollaba y encogía al ritmo de la
voluntad de una sola persona: El Investido de Poderes -que diría
Alejo Carpentier- en una democracia directa -que así definió aquel
fenómeno Jean Paul Sartre-.
Con una cuarta parte del total de la
población residiendo en el extranjero, una población penal
desproporcionada en exceso y decenas de miles de cadáveres regados
por el camino, lo mismo en los campos de batalla del Tercer Mundo que
ahogados y asesinados en el mar cuando trataban de escapar del
infierno en el que se convirtió su país -que por todas estas
muertes deben responder los mismos- la desmoralización nacional ha
alcanzado niveles insuperables hundiendo al pueblo en un marasmo de
contradicciones éticas que parten del rechazo a lo propio para
aventurarse e lo ajeno, lo que apenas se conoce, pero que, de ninguna
manera, puede ser algo peor. La Familia, sin embargo, continúa su
camino, plantada en sus trece, disfrutando y degustando “las mieles
del poder” al que se consideran dueños a perpetuidad: viajan,
viven y estudian en el extranjero y departen, tete a tete, con
funcionarios gubernamentales de otros países sin necesidad de
ostentar nombramientos oficiales, les basta el apellido, son Castro,
es suficiente, todos los reconocen y admiten sean los propietarios de
aquel país tan exótico en el que se han mangado hasta el último
chavo. Y aunque está muy claro que ya se han hecho más que
acreedores al merecido castigo, está por ver hasta dónde van a
continuar soportando los cubanos este régimen de oprobio o si, como
el papel, continuarán aguantando todo lo que les ponen encima.
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