El mensaje de la Primavera Arabe ha sido bien recibido en el Mar Caribe. Previendo una presumible y muy probable explosión social con manifestaciones masivas de descontento y el consiguiente conflicto internacional derivado de las imprescindibles acciones represivas con las que se tratará de recomponer el orden establecido (ineludible reacción en la que intervendrán chivatos, brigadas de acción rápida y esbirros disfrazados de personas decentes), el castrismo se ha curado en salud promulgando nuevas leyes migratorias que reconocen a los ciudadanos de la Insula parte de lo que le está reconocido a cualquier ser humano en este planeta en cualquien otro punto del globo terráqueo. ¡Eso sí!, no sin dejar de intercalar las consabidas coletillas que nos permitan mantener el control en medio del desorden: “LOS PASES” -o sea, los permisos para regresar al país, sólo se los daremos a los que se porten bien y no hablen mal de nosotros en el extranjero, por no decir que no hagan algo más peligroso o más feo contra nuestra sagrada causa que es la de conservar Cuba para nuestros hijos -nunca mejor dicho- La pataleta parece ser que se les dió recientemente. Se habló en alguna reunión o sobrecena algo acerca de soltar la mano, de observar y evitar los errores que han cometido los sirios, atajando a tiempo las situaciones, ya que no tenemos un Irán que nos defienda a la vuelta de la esquina, nuestro armamento, hoy en día, está como para morirse de la risa al verlo y sólo podemos confiar en los miembros de la seguridad y de la contrainteligencia que se saben condenados como nosotros mismos y con los jueces y fiscales que tienen cada noche pesadillas de las que despiertan sudorosos despues de verse en sueños fusilados, ahorcados y empalados.
Porque esta ha sido la fórmula para gobernar indefinidamente, a perpetuidad, sin confesar ánimo de lucro, a la zorrúa, que hemos siempre aplicado como Dios manda y los chicos inteligentes lo hacemos: “Se atornilla a la gente hasta lo último -garrote vil, pudiera bien decirse-, se le permite algo a algunos para que se sientan bien y nos sirvan como es debido y luego, a los demás, les aflojamos las tuercas de vez en cuando, para descompresionar la caldera y devolverles algo de alegría. A los irreductibles, primero los masacramos y después les abrimos las puertas de la jaula. Es un remedio que normalmente funciona porque a nadie le gusta estar encarcelado con matones y pervertidos sexuales, sobre todo si se trata de una persona decente (aunque no esté de más añadir que la decencia y la repulsa a esta gentuza que desgobierna en nuestra tierra marchan indisolublemente unidas).
Tomando en cuenta todos estos elementos es que debemos evaluar la actual situación. ¿Qué es lo que ahora temen los castristas? ¿La disolución en la inanición de la gloriosa Revolución Cubana, o que el poder escape del ámbito de la familia Castro? Pero, ¿existe acaso la Revolución Cubana? ¿No es cierto que falleció hace ya mucho tiempo, antes, incluso, de que su máximo líder rindiera cuentas al Altísimo? ( Parece ser todavía no ha terminado de redactar el informe que debe presentar ante Yavé de los Ejércitos, que por ese motivo le ha concedido una prórroga antes de llamarle ante su presencia).
Y así es que tenemos , los cubanos, fuente documental para redactar tres de los libros que constituirán nuestro futuro Pentateuco. El primero, el del Génesis de la Nación Cubana; el segundo, El libro de los Presidentes y de los Dictadores y, el tercero, El Exodo, que aunque ya tiene cincuenta años no podemos precisar todavía si llegará a los trescientos como el de los israelitas. Después de todo esto, vendrá a nosotros, sin lugar a dudas, otro Moisés al que aplaudirán delirantemente los mismos que esto hicieron ante Fulgencio Batista y Fidel Castro. Resultará un hombre bueno o un hombre malo y los ciclos astrales se repetirán sobre nuestra desgraciada isla . También esto parece formar parte de nuestro destino manifiesto.
lunes, 29 de octubre de 2012
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